A Vera Brás, de 18 años, voluntaria en la Jornada Mundial de la Juventud, no solo le mueve la fe, sino también «disfrutar ayudando y estando del lado del trabajo, de la organización». Cree que «el ambiente que se va a vivir merecerá la pena para todo aquel que quiera participar, por los temas que nos unen a todos».
Vinculada desde los seis años a la parroquia de Nossa Senhora da Graça de Tires, la joven vivirá por primera vez la JMJ, organizando los espacios en los que pernoctarán los peregrinos que no van a familias de acogida.
En su caso, y el de muchos otros, la semana de la Jornada estará preparando desayunos, limpiando, organizando y supervisando el espacio del Pabellón 1.º de Maio de Tires, aunque podría haber sido una escuela o complejo deportivo. Su trabajo como voluntaria comenzó hace algún tiempo. Desde diciembre, recibe formación en línea en la plataforma de la JMJ. Es importante saber cómo interactuar con los peregrinos, especialmente en el caso de las personas con discapacidad. Más recientemente, a tan solo una semana del evento, participó en el «Gesto Misionero», en el que voluntarios visitaron a personas privadas de libertad y sin posibilidad de salir a la calle —como los reclusos de la prisión de Tires— para rezar y difundir el espíritu de la Jornada.
«El espíritu es de compartir, de alegría por la unión, por Jesucristo y por su causa», afirma Vera, que considera que, aunque se le quite a la JMJ el elemento de la fe, es un «acontecimiento que reúne en la misma ciudad a miles de jóvenes de todo el mundo y solo por eso ya es espectacular».
Reconoce que ver al Santo Padre en la visita del 3 de agosto a Cascais será una misión difícil, pero «me gustaría que el papa se quedase con la idea de que los jóvenes portugueses están dispuestos a participar y que quieren construir una Iglesia moderna, vinculada a los nuevos tiempos».